Por: Susan Ricalde
Para: Todas las Diosas en Mi, Yo Mujer Yo Diosa. Taller Vivencial
“Como seres humanos
somos seres adictos al amor y dependemos,
para la armonía biológica de nuestro vivir, de la cooperación y la sensualidad,
no de la competencia y la lucha.”
Humberto Maturana
Hay una tendencia propia de la
Diosa en su fase luminosa de la Doncella o la Virgen, que es la del (des)equilibrio en su relación con lo
exterior. En éste aspecto creativo de la energía del Sagrado Femenino es cuando
experimentamos el impulso interior primaveral que nos invita tanto a florecer desde nuestro centro como a florecer hacia el exterior.
Hay un movimiento natural de la
energía; un surgir que es casi similar de la energía masculina centrífuga que
también existe dentro de nosotras. Casi
similar, porque no es masculino en sí mismo más es masculinizable y fácilmente
confundible con la energía masculina. Éste surgir primaveral que experimentamos
como propio a la fase de la doncella, es el impulso vital creativo, que nos
permite relacionarnos con lo creado para recrearlo y así reconocernos en-relación-a- lo exterior.
Por un lado es inevitable el
coexistir, convivir, compartir e interactuar profundamente con lo que está
afuera de nosotras. Pues aunque hayamos sido programadas en el individualismo,
existimos en sociedad e inter-dependemos los unos con los otros en la misma
medida en la que somos individuos singulares y auto-regulados. Es decir,
nuestro sistema es cerrado y abierto al mismo tiempo. Y la energía de la
doncella nos permite observar cómo estamos inter-actuando y danzando entre lo
interno y lo exterior.
El movimiento del surgir en
cuanto surgir desde nuestro centro y abrirnos como una flor, es la pauta de la
energía de la Doncella. Mientras que el surgir desde el enfoque colocado en el
exterior, sujeto a la aprobación de los demás, en comparación a- y por tanto
competencia con- lo que está afuera; sería más apropiadamente una “mal” interpretación
de la energía femenina correspondiente al surgir creativo de la Diosa.
La fase creativa que corresponde
a la Doncella es espontánea y volátil como el viento. Que es el elemento que
más apropiadamente describe las energías durante ésta fase. El viento que
comunica y fluye libremente. Que transporta el verbo que es el sutil y poderoso
responsable de la energía de la creación desde lo invisible.
El rapto de Hades en el mito de
Perséfone es también equiparable al rapto pasional que experimentamos cuando
nos deslumbramos con aquella perla creativa que existe en nuestras
profundidades y que refleja perfectamente el propósito que nos trae aquí como
Espíritu. El Hades en ésta visión es el masculino interno que, hasta que se le
conoce, permanece en la sombra. Es decir, nuestro propósito álmico o
espiritual, nuestra vocación, nuestra misión (o misiones) de vida.
Y al Hades puede que no se le
termine de conocer nunca. Son necesarios 6 meses y luego 6 meses más a lo largo
del tiempo para volver al reinado de Perséfone en la profundidad de nuestro
mundo interior e ir descubriendo de a pocos y re-conociéndonos de a pocos en la
temida y también maestra cara del Hades de nuestro interior.
Cuando una mujer (u hombre) se
encuentra con el Hades en el sentido del masculino interior o propósito álmico
u Espiritual que permanecía en la sombra; el rapto es inevitable y al mismo
tiempo se convierte en una experiencia de vital importancia para la
trascendencia de la vida de ése ser humano. Una vez que hemos conocido al Hades
y comido voluntariamente del sabroso fruto de su granada del inframundo,
siempre vamos a querer volver. El encuentro con Hades de ésta forma, representa
el encuentro con nuestra propia consciencia divina u espiritual que ha permanecido
en la sombra y que desde que nos animamos a contactar con ella, es cada vez más
profunda, más fascinante, más digna de nuestro amor y aceptación.
Tanto en lo pasional-sexual como
en lo pasional-no sexual (si es que es posible hacer ésta distinción), el rapto
de Perséfone es una invitación a profundizar en nosotras mismas y si bien
nuestra Demeter (madre) interior lo vivirá posiblemente como una tragedia.
Perséfone tiene el derecho y el honor de ser la Reina del inframundo durante
esos 6 meses anuales de convivencia con Hades… Y bien podría querer extender
ese reinado a los 6 meses subsiguientes, en tanto las granadas del inframundo
sigan siendo así de placenteras. Mas, ¿Qué sería de la primavera y el verano
sin Perséfone?
He ahí el llamado de lo externo a
inter-depender de nosotras. Siendo que somos seres en co-existencia fortuita y
continua, no podríamos permanecer en nuestro sombrío reinado interior a no ser
que entrásemos en una depresión o en un desgano. Con lo cual Perséfone habría
quedado atrapada en las manos del Hades, visto como un vil villano, a merced
del cual nuestra energía creativa estaría sometida… Más, siendo que Hades es un
aspecto más de nosotras mismas; ¿Qué parte de nosotras se comprometería con
ésta realidad de víctima?
Aquella parte que se niega a
evolucionar. Precisamente, aquella porción de nuestra sombra que desea
permanecer viva en la negación de la luz de la consciencia, de la plenitud, el
disfrute y el amor aún en el mismo corazón del inframundo; aún de lado del
mismo Hades como Rey de nuestro inconsciente, raptando por ser visitado por
nuestra dulce y primaveral ternura y aceptación.
Siendo que nos neguemos a
evolucionar hacia la Luz de la consciencia, siempre habrá un cruel Hades a
quien culpar y una acusante Demeter en quien refugiarnos. Siendo que
voluntariamente tomemos el fruto de la granada que solo crece en el inframundo,
lograremos llevar la Luz de la primavera ahí a donde, tal vez, sea más
necesaria.
La granada en éste sentido, sería
una jugosa aceptación de nuestra traición a la madre y del haber sido seducidas
voluntariamente por las pasiones de los “bajos” instintos, por la sensualidad
de nuestro cuerpo, lo placentero de lo desconocido. Con lo cual nos haríamos
maestras en la iluminación de nuestra sombra, siendo capaces de llevar amor ahí
donde antes había miedo.
La Doncella se corona como Reina
cuando se hace dueña de sí misma. Atravesando la culpa que le podría suponer,
principalmente ante su madre, el haber elegido esa granada. Mas, adquiriendo a través de permitirse el
rapto de Hades y el viaje permanente entre la Luz y la sombra, la maestría de
ser sí misma y la libertad para elegir experimentarse en ambos mundos. El
luminoso y el oscuro, el de afuera y el de adentro.
La Doncella en equilibrio, hace también
honor del verdadero sentido de la palabra “Virgen” que es aquella mujer quien
es duela de sí misma, que no pertenece a su marido si es que lo tuviera y
tampoco pertenece ya a su padre ni a su madre. Ella que es sexualmente activa si
así voluntariamente lo elige y es de igual manera libre en sus elecciones de
pareja. La Virgen en éste sentido encarna la libertad de actuar y elegir que de
ser posible, fuese saludable se nos presentara en la vida en los años de
adolescencia y juventud; Más que tenemos la autoridad energética para ejercer en
cualquier momento de la vida. Desde los inicios de la experiencia de la
Doncella en la niñez en adelante.
Y aquí un importante comentario
acerca de la niña en nosotras. Pues la Doncella tiene un eco importante en esa
etapa de la vida. Cuando se está formando nuestra personalidad y aún no nos han
o nos hemos parido del todo. De alguna manera, la doncella nos refleja qué
tanto hemos asumido el autogobierno de nosotras mismas y qué tanto permanecemos
en la niña interior, que por un lado juega “libremente” más sin
responsabilizarse realmente por sus acciones, siendo ésta libertad un constante
echar en cara las experiencias que tuvimos con aquellas figuras de autoridad
que intervinieron en nuestra crianza. Cuando la figura de autoridad en nosotras
mismas que es Reina del inframundo aún no ha sido asumida, la proyectaremos en
los Hades y las Demeters de nuestra vida, siendo aún niñas a las que cuidan sus
madres o a las que raptan sus violadores.
Todo ello, para animar el surgimiento
de la autoresponsabilidad en nosotras. Que en las actuales generaciones ha sido
en general muy poco alentado desde nuestra crianza; pues se nos ha enseñado en
gran medida a seguir dependiendo de lo externo desde lo externo y no desde
nuestra voluntad. A seguir a merced del Hades en su cara malévola o de los
mandatos de Demeter en su aspecto manipulador. En cuanto que ésta misma
encrucijada, el hacer caso del mandato de nuestra madre y quedarnos solas en el
bosque más ser raptadas por Hades; nos lleva al destinado surgir de nosotras
mismas como Reinas de nuestras profundidades y maestras de nuestro impulso
vital creativo que habita en el oscuro mundo interior.
De una u otra forma, llegamos al mismo puerto.